
Querida musa:
No es ningún secreto que he comenzado el año un poquito obsesionada con esto de la escritura. No por nada decidí dejarlo todo hace algo más de un año para volcarme de lleno en las letras. ¿Cómo no iba a inquietarme? En mi casa últimamente todo son libros que versan sobre el noble arte de la escritura. Acumulo títulos que hablan del placer de leer, de su técnica (¿la hay?), de la escritura salvaje, del oficio de poeta, de…
Sé que en algún momento publicaré un ensayo con todos los apuntes que estoy tomando y las ideas que me van surgiendo a partir de lo leído. Mientras tanto, prefiero comunicarme contigo por esta vía, aunque sea a través de una carta digital al mes (todavía no sé si esta sección le interesa a alguien) y transmitirte por aquí una pequeña parte de mis pensamientos.
La de hoy: escribir es reescribir.
Y esta frase —tan corta, tan menuda, tan escasa— asusta y abruma. ¿Notas su peso? A mí me aplasta desde hace ya algunos meses… Piénsalo: todo lo que escribes, por muy original que creas que sea, ya ha sido escrito antes por otro alguien (por muchos, en realidad). Teniendo en cuenta que no siempre se puede mejorar lo sembrado, ¿cómo darle nuestro propio toque? ¿Cómo hacer nuestro ese tema? ¿Cómo narrarlo con nuestra propia voz?
Ay, querida, la voz propia…
Otra de nuestras grandes hazañas. Yo todavía no sé si tengo una. Ni siquiera sé si llegaré a tenerla. Me aterra pensar que lo que escribo se debe, en gran medida, a todas las autoras que leo. ¿Cuánto de ellas habrá en mis escritos? ¿Tendré que dejar de empaparme de su musa, renunciar a sus libros, para buscar la mía propia?
Escribe Virginia Woolf en Carta a un poeta joven: «Escribe todas las bobadas que se te ocurran. Sé tonto, sentimental, imita a Shelley, imita a Samuel Smiles; da rienda suelta a todos tus impulsos; incurre en todos los errores de estilo, gramática, gusto y sintaxis; fluye a borbotones, retoza, libera la rabia, el amor, la sátira con cualquier palabra que puedas atrapar, forzar o crear, en cualquier metro, prosa, poesía o galimatías que tengas a mano. Así aprenderás a escribir».
Subrayo la palabra retozar que, además de su ímpetu sexual, también significa «moverse alegremente y sin trabas».
Leer me genera muchas dudas, pero, cuando estas se me presentan, siento que debo seguir leyendo para encontrar una respuesta. Acudo, de esta manera, a Mary Oliver: «La clave del arte es lo extraordinario».
Reescribir, voz propia, retozar, extraordinario. ¿Qué receta cocino con todas ellas?
De nuevo, la lectura, aunque me sigue arrojando más incertidumbre que otra cosa, me susurra nuevamente en palabras de Oliver: «Leer; luego, escribir; luego, desear escribir bien».
Y en esta última frase subrayada es en la que se forja la obsesión de mi reescritura.

Foto de Priscilla Du Preez en Unsplash
Patricia Pazos Picatoste
Ciertamente, nada es novedoso. Todo está escrito, todo está inventado. Nos inspiramos y creamos desde nuestra perspectiva otro producto. En el ámbito jurídico de hecho, existe el concepto de modelo de utilidad que precisamente hace referencia a esos inventos que usan algo que ya existe pero le dan un nuevo propósito o finalidad. Creo que en la escritura somos inventoras de sueños, propios y ajenos.
Pero que ya exista no significa que no se pueda modificar, rehacer, renacer y reinventar.
Me niego a aceptar que las ideas tengan propiedad y a ese pensamiento (negativo y triste) de que ya no queda nada por escribir. El mundo onírico no ha sido conquistado y yo quiero plantar mi bandera en una de sus parcelas.
Respecto a tu voz, la tienes; y yo brindo por seguir leyéndola, escuchándola y deleitándome con ella♥️
Sigue inspirándote y escribiendo porque tus lectoras disfutamos con ello.