
Querida musa,
comienzo a escribir el editorial de este mes después de haberme zambullido —durante al menos dos horas— en una lectura exquisita. Tengo, sin embargo, mi vientre abultado y unas ojeras profundas bajo los ojos. El 2022 me ha traído muchos éxitos profesionales, pero también me ha robado cachitos de mi salud. A veces los imagino esparcidos en el suelo mientras camino, ignorándolos, como las migas de pan que le dan los ancianos a las palomas en el parque.
¿Por qué es tan difícil conciliar la vida en la adultez?
Relato la mayoría de estos editoriales desde la técnica de la «escritura automática». Palabras, palabras… Fragmentos que comienzan sin intención y acaban sin proponérselo. Supongo que hago con la escritura lo que no hago con mi rutina: me dejo llevar. Mi día a día está repleto de horarios milimetrados, reuniones y obligaciones. No hay nada orgánico. En cambio, cuando escribo, inicio sin saber muy bien a dónde me dirijo. Como una Alicia deambulante por El País de las Maravillas.
¿Qué tanto me parezco a los personajes de los libros que leo?
La Andrea real y la Andrea del espejo. O, mejor, la Andrea del papel en blanco. Son personas completamente distintas. Y, a veces, siento que tiene más de persona el personaje que me invento que yo misma, si es que acaso es esto posible. El subconsciente, la auténtica voz propia (hablaremos de esto en otro episodio) teclea y da forma a lo que ni yo misma sé expresar. Y ahí es donde, paradójicamente, me encuentro.
Es curioso porque muy pocas veces sé qué voy a decir cuando abro el archivo de Word del editorial. Pero, en la mayoría de las ocasiones, el tema que acoto tiene mucho que ver con la temática del mes en el que nos encontramos. Por ejemplo, ahora estamos a punto de iniciar enero, nuevo año —año bonito, además— y, sin darme cuenta, esta voz que escribe me insta a priorizar algo que llevo aplazando durante mucho tiempo: el tema de buscar el equilibrio entre el orden meticuloso y, no el desorden, pero sí la fluidez. La mesura entre lo estricto y lo flexible, entre la persona y el personaje, entre la escritura buscada y la involuntaria.
Querida musa, te deseo un 2023 de armonía, sensatez y proporciones.

Foto de portada por Laura-Marie en Unsplash