Libros para comenzar el año… escribiendo

Cada año me da por una temática distinta y, si bien la poesía siempre va a estar presente, este 2023 he comenzado apostando por leer muchos ensayos que hablen sobre el propio proceso de la escritura. Siento que cada vez me estoy acercando más a mi estilo, a esa voz que llaman propia que no es, sin embargo, fruto de todo lo que leemos y vivimos (¿puede ser algo propio cuando está empapado de lo ajeno?).

El caso es que, indagando e investigando, he decidido iniciar el año con mujeres —por supuesto, no podía ser de otra manera— como Virginia Woolf, Mary Oliver y Tillie Olsen. Escritoras que no dejaron de cuestionarse y debatirse hasta el último día de sus vidas.

«Nunca te creas singular, no pienses nunca que tu propio caso es mucho más difícil que el de otra gente», reza uno de los fragmentos de Virginia en «Carta a un poeta joven». El ego del escritor. Conversó acerca de esto mi compañera Alicia Dimnet en el editorial de Patreon de este mes. ¿Cómo es posible que una escritora acarree el eterno e histórico síndrome de la impostora y, a su vez, pueda creer internamente que lo que ha escrito no lo ha narrado nadie más?

Tillie (siempre tuteo a todas las personas que siento cerca, aunque únicamente las conozca a través de lo que describen) habla en «Silencios» de la necesidad, no tanto de una habitación propia, como ya sabéis que recalca Virginia, sino del apoyo familiar en el proceso creativo. ¿Cómo escribir cuando la casa te demanda y te come? ¿Cómo dejar brotar de ideas la mente cuando la domesticidad y los cuidados incesantes a nuestros seres queridos nos desvalijan de nuestro tiempo y espacio?

«Cuando hago bien mi trabajo, desaparezco», afirmó Mary con rotundidad en «La escritura indómita». ¿Qué es hacer bien el trabajo? Hay muchos libros hechos sin amor que venden miles de ejemplares y otros que, aunque se hayan dejado el alma, se quedan en el olvido. Estoy interesada, especialmente, en leer a estos últimos, en atesorar de forma egoísta y deleitable parte de lo que narran.

Leer ensayos es preguntarse la vida. No suelo sacar conclusiones certeras de ninguno, únicamente más preguntas que echar a la espalda. Pero mi escritura mejora notablemente. Se vuelve más salvaje y convulsa. El lenguaje se expande con las palabras ajenas.

Foto de portada por Cathryn Lavery en Unsplash

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